5.3.10

Ojos cerrados

Estoy construyendo mi casa. Al frente del mar. Es una casa pequeña pero nos cobija lo necesario. La calentamos con estufa a combustión lenta, con leños que el mismo lugar nos entrega. En el patio, mi perro corre feliz, junto a mi hijo quien lo persigue y le tira de la cola. Hacemos un café en la parte delantera de nuestra casa, que da justo a la costanera, para atenderlo los fines de semana. La gente que viene puede pedir desde café turco hasta costaricense. Pan amasado o pan integral. El café se convierte en restorán. Abrimos todas las noches. Comidas temáticas. Surge la idea de ponerle Bolivariano, por la gama de comida latinoamericana que entregamos. Aprendemos a hacer masa de pan, de pizza a la piedra, y en nuestra estufa magallánica cocinamos todo al horno. Agrandamos nuestra casa porque nuestro hijo ha crecido lo suficiente para dormir solo, y nuestro perro necesita compañía asi que traemos una perrita. Total, el espacio alcanza. El café-restorán, pasa a ser además hostal, pequeña pero suficiente para que dos parejas de gringos puedan dormir, desayunar, almorzar y cenar en el lugar. En la mañana me levanto y hago yoga por una hora, luego preparo la masa para el pan amasado integral, con nueces y semillas. Mi esposa se levanta para ir a hacer clases en el colegio del pueblo, donde asiste nuestro hijo. A la hora de almuerzo le tengo listo el almuerzo y comemos los 3 juntos, mientras nuestros perros, en la punta de la mesa, se sientan esperando que les caiga algo...

Abro los ojos. Estoy en mi pieza, acostado, con la tele prendida. Lo de la casa en la playa, el café-restorán-hostal, nuestro hijo, nuestra nueva perra, el pan amasado con semillas, las pizzas, nada era cierto.
Mientras, las noticias Nacionales no han parado de transmitir sobre el terremoto en el norte.

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