Despierto de golpe. Me desprendo de las lagañas y de la sensación de frío y bienestar que sentí mientras soñaba.
Soñaba que mi presente era el pasado remoto. Voy al trabajo en el camión que transporta verdura del compañero Juan. Vamos hacinados porque la locomoción colectiva está paralizada una vez más. Compartimos un cigarro Hilton - extra largo - con el que nos calentamos la cara, en la fría mañana, rumbo a la Fábrica Textil Nacional. Somos hermanos, sentí, como si fuéramos uno solo.
Estaba a punto de bajarme del camión, cuando desperté, con una sensación amarga.
Ya no era el compañero Jaime. Tampoco era uno más del grupo. Estaba yo, solo contra el mundo, en medio de la oscuridad de la noche sin luna. Soledad que sentí calandome los huesos; al desolado país en donde desperté se le habían ido los colores, y el rojo ni pensarlo.